LA BIBLIOTECA I

LA BIBLIOTECA DEL FIN DEL MUNDO

Un Muchacho, un carpincho y la aventura de fundar una biblioteca antes de que llegue el apocalipsis.

Una biblioteca, más que un edificio o una acumulación de objetos (o si se quiere, en estos tiempos digitales, un espacio de almacenamiento saturado), es un gesto de esperanza: uno agarra un montón de obras con el anhelo de que alguien quiera leerlas. Es, también, un reconocimiento a la capacidad de la humanidad para crear cosas que valgan la pena ser recordadas, por no mencionar la maravillosa idea de la posesión colectiva de la cultura.

Machuca no es una persona de sorpresa fácil, no después de todo lo que pasó. Pero, al levantar los ojos para comprobar el espejo retrovisor y ver un cachorro de carpincho en el asiento de atrás, junto a la caja de libros… Fue de madrugada, cuando ya el sueño le había copado la mayor parte de su cerebro. Esa misma madrugada, cuando lo rescató de una jaula a unos cuantos metros de una camioneta que había volcado -quedando ruedas al aire en la banquina-, decidió hacer aquel viaje más ameno y disfrutar de alguna compañía.

La ruta seguía tan vacía como en las últimas dos horas. Nada de autos atrás, adelante ni en sentido contrario. Aunque quisiera, tal situación no podía achacársela a todo el alboroto mundial: las rutas que van hacia el sur están siempre desiertas. Y ese es, a veces, un problema para Machuca, los tiempos muertos donde se siente la última persona sobre la tierra… más un carpincho. Es ahí cuando se pone a recordar.

Cuando el mundo se apagó, no tuvo dudas de lo que estaba pasando. “Los zombis serán opcionales”, pensó. Pero supo reconocer el comienzo del fin. Primero cayeron las comunicaciones inalámbricas. Las pocas personas que tenían -y sabían- usar un teléfono fijo intentaron averiguar algo llamando a las empresas prestadoras de servicio, primero, y a las municipalidades, después. Hubo quienes dijeron ver los satélites incandescentes destruyéndose al caer veloces en la atmósfera. Tres días pasaron de rutina forzada, mientras los diarios balbuceaban titulares sin ninguna información certera. Al cuarto día, ya no había más electricidad.

Sabiéndose con los niveles de autoestima bajos, supo que no iba a sobrevivir solo por sobrevivir, solo por pensar que su vida valía la pena. Pero tampoco no tenía el coraje para afrontar el final con algo de dignidad. Para salir de esta paradójica situación, se impuso una empresa tan loable que lo empujara a sobreponerse a cualquier cosa que el mundo le arrojara: una biblioteca.

Comenzó con lo que tenía en casa, libros viejos de ciencia ficción. Por motivos de espacio, cayó en la cuenta de que, entre todo, siempre debería optar por los cinco mejores. Y así escribió:

Los cinco libros ahora iban de un lado al otro, dentro de una caja que supo pertenecer a una licuadora. El carpincho dormía. Machuca manejaba y miraba la ruta. El plan: irse al sur, y en el camino encontrar nuevas adquisiciones para su biblioteca del fin del mundo.

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